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Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Friday, October 30, 2009

APORTE DE GONZALO VIAL

LIBROS
Gonzalo Vial: "Historia de Chile 1891-1920"
Triunfo y Decadencia de la Oligarquía *
* Ed. Santularia, 752 Págs..
Estudios Publicos, N 12, 1983
Cristián Gazmuri * *
** Abogado. Licenciado en Historia, Universidad Católica. M. A. en Historia,
Berkeley. Profesor, Universidad Católica de Chile.

¡Menuda labor la que se ha impuesto Gonzalo Vial! Hacer
la historia de Chile en el siglo XX. Ahora nos entrega el volumen
II (que en realidad numérica estricta es el tercero) de ese
ambicioso intento. Como lo afirma en el prólogo del presente
tomo, si el primero "buscaba describir lo que era el país al comienzo
de la época llamada corrientemente parlamentarismo, y
también analizar lo que fueron —durante esa época— algunas
instituciones (v.gr., la Iglesia Católica o las Fuerzas Armadas)
y ciertos aspectos sociales (por ejemplo: la educación o la cultura),
imposibles de ajustar a una secuencia cronológica", éste
trata "los aspectos de la historia de Chile bajo el parlamentarismo
susceptibles de ser narrados cronológicamente: la vida
política, la económica y la exterior o de relaciones internacionales".
El presente trabajo no es pues una secuencia, sino un complemento
narrativo, preocupado siempre de la época ya tratada.
Sobre la base de la descripción ya hecha de las estructuras y
sus problemas, Vial relata ahora el acontecer (por presidencias,
a lo Encina) en aquellas áreas en que, a su parecer, el relato
se hace inevitable.
Este arreglo, que nos conduce necesariamente a un orden
de lectura un tanto barroco a veces, obedecería, a una apreciación
de sentido común; hay aspectos de la realidad social que
cambian constantemente ("fluyen", diría Spengler siguiendo a
Heráclito) y otros que permanecen apegados a un mismo patrón,
* Ed. Santularia, 752 Págs..
de allí la necesidad de mezclar ambos tipos de enfoque historiográfico
en un cuadro general de una época.
Pero lo que para el sentido común parece posible y deseable,
en una perspectiva historiográfica más estricta puede ser objetable,
pues el autor no deja claro en absoluto en base a qué
criterio seleccionó los procesos relatables y aquellos temas que
son imposibles de "ajustar a una secuencia cronológica". ¿Por
qué hacer una descripción estructural del área-problema educación
y no de la política, en circunstancias que en teoría podría
haber sido perfectamente al revés? Pues ciertamente pudo haber
hecho una narración del proceso educativo y una descripción
de la estructura política.
Distinto sería si hubiera adoptado la línea de Braudel (o en
general de la escuela de los Annales), donde la estructura y la
coyuntura tienen su lugar metódicamente justificado, así como
unos alcances que no se presentan en el libro que comento.
Es así que, desde una perspectiva metódica rigurosa, la obra
deja abierta una brecha a la crítica académica.
Pero el nuevo libro de Gonzalo Vial no es una obra sólo para
especialistas o académicos; pretende llegar al gran público culto
y en este sentido el problema que anotamos no creemos que se
constituya en una cortapisa seria para su éxito de librería, y
—lo que es más importante— que llegue a ser una obra configuradora
de nuestra conciencia histórica a nivel de élites. Por
nuestra parte, siempre desearíamos que —de ser posible— el
autor, en una futura edición, pudiera fundir todo el material
acumulado de modo de poder tener un solo sólido retrato de la
época, narrativo o estructural.
Por otra parte, siempre en el plano metódico, cabe destacar
que, en materia de bibliografía consultada y usada, el nuevo
volumen resulta considerablemente más rico que los (o el) precedente,
conservando siempre la agilidad de redacción y la notable
amenidad de las páginas aparecidas en 1981.
Pero vayamos al contenido de la obra. Como lo dice el autor,
es la historia de la declinación de la oligarquía chilena durante
la época conocida como la República Parlamentaria.
Vial retrata a los hombres de la oligarquía. La personalidad
de los grandes actores del período es descrita con minuciosidad,
de manera justa y ecuánime; no siempre, sin embargo, con la
penetración psicológica o intuición que hace resaltar justamente
aquello que "define" al descrito: lo central y medular de su
personalidad, que se expresa en, y explica, lo fundamental de
su conducta. En este sentido creo que un retrato bien logrado
es el de Juan Luis Sanfuentes.
Pero hay otros personajes que quizás pudieran haber sido
retratados con más penetración psicológica. ¿Cómo explicarse
la personalidad de Jorge Montt, por ejemplo Un autoritario,
pero... de uniforme; Deus ex Machina de la Armada por veinte
años, un verdadero titán para los marinos..., pero que auto
mutilaba su personalidad junto con sacarse las charreteras; y
no sólo cuando le tocó representar el rol de "Presidente estafermo",
sino también el de ... ¡Alcalde de Valparaíso! En ambos
casos actúa casi como un pelele, sin poder y sin intención de
luchar por conseguirlo; se evade. ¿Qué hubo en la psiquis del
Presidente marino que explique esta conducta inconsecuente?
La buena síntesis biográfica que hace Vial no lo aclara.
El autor describe también episodios. Los más logrados al
comienzo del libro: el asilo y suicidio de Balmaceda y el caso
"Baltimore"; páginas —particularmente las primeras— en que
alcanza una calidad literaria y una fuerza patética poco comunes
en nuestra historiografía (moldeada, después de todo, por
Barros Arana) y que —mutatis mutandis— podría asimilarse a
algunas de Michelet o de otros representantes de la escuela
romántica francesa. Porque, otra de las cosas que muestra
claramente esta obra, es la personalidad del autor. Gonzalo Vial
—buen conservador y buen discípulo de Jaime Eyzaguirre— es,
tras su ironía, profundamente romántico.
También alcanzan a nuestro juicio un gran nivel historiográfico
(transmiten la "vida" y no sólo los hechos) los relatos
de las elecciones de Arturo Alessandri, primero como senador
por Tarapacá, en 1915, y luego como Presidente de la República,
cinco años después; aunque en este último caso no podamos
estar de acuerdo con la interpretación angelical que hace el
autor de la "Guerra de Don Ladislao" 1.
Quizá como tema, el de mejor desarrollo propiamente hlstoriográfico
sea el relato de la vida internacional de la época.
De partida, me parece lo más consistente en cuanto investigación:
aquí encontramos un trabajo de fuentes complementado
por literatura especializada. Pero, más allá del aspecto heurístico,
la historia de nuestros conflictos internacionales de los años
1891-1920 está sólida y claramente realizada. Sólo que después
de su lectura queda la impresión de que la decadencia de nuestra
oligarquía como clase gobernante no fue tal, por lo menos
en lo que se refiere a la defensa del territorio de Chile, y en general
de sus intereses, frente a otros Estados. Queda claro que
los tratados o protocolos de 1898, 1902, 1905, así como toda la
negociación con Perú, fueron obra de personas que con dedicación
e inteligencia supieron defender los derechos nacionales
adecuadamente.
Pero, en lo fundamental, como dijimos, el libro intenta una
definición interpretativa de la época. Se trató de una "decadencia",
y aquí nos encontramos con la tremebunda palabra
que ha planeado sobre casi toda la historiografía chilena del siglo
XX, cubriéndola con una sombra de pesimismo pleno de
sentido ideológico.
La verdad es que al relatar la decadencia del Chile oligárquico,
Vial —a lo Seignobos— ha querido hacer "una sincera
historia de Chile", y no hay duda que, desde su punto de vista,
lo es.
Gonzalo Vial relata con pena, con sarcasmo, la decadencia
de su clase; pues ciertamente la que había sido la sobria aristocracia
chilena del siglo XIX sale de su libro muy mal parada. Y
lo que quizá sea más triste (para esa ex aristocracia, no para
Chile), es que sale mal parada más en lo pequeño que en lo
grande.
Nos muestra Vial que durante los primeros años del siglo
XX chileno existió una oligarquía que no era propiamente
decadente en el sentido amplio, spengleriano, del concepto (disolución
de las instituciones, fin de la vida espiritual y cultural,
desintegración de la familia, término del sentido moral de la
existencia, etc.), sino que, principalmente, en cuanto "clase política".
Los notables de Santiago habían perdido el espíritu
público que los animara hasta la Guerra del Pacífico (o hasta
1891) y hacían ahora un gobierno estamental sin contrapeso.
Este fenómeno los había conducido a la frivolidad, a la irresponsabilidad,
al negociado —como en el caso del senador y
varias veces ministro Antonio Valdés Cuevas2—; en fin, al
alegre aprovechamiento (legítimo e ilegítimo) de la gran riqueza
salitrera de esos años. La verdad es que Vial nos hace ver una
élite frivola, débil, inepta, más que corrupta en gran escala.
Germán Riesco, Vicente Reyes, Ismael Tocornal, Ramón Barros
Luco, Luis Aldunate, Emiliano Figueroa y otros, más que seres
decadentes parecen haber sido seres débiles, sin duda incapaces
de gobernar en otro ambiente que no hubiera sido el del Chile
del novecientos. Es cierto que hay otros personajes que aparecen
como corruptos, pero su corrupción, que sólo alcanza a lo económico
por lo general, no es, salvo algunas casos como el mencionado,
de gran nivel.
Vial describe bien la evolución de la vida política de la
época; quizás el único defecto de magnitud que se hace notar
(y esto nos lleva nuevamente a las consideraciones metódicas
iniciales) es que el marco jurídico-constitucional, el sistema
formal, no está bien descrito. Quizá el hecho de que el autor
se haya referido a éste parcialmente en el primer volumen, y
más parcial, e indirectamente, en este segundo, explica la falla.
Es cierto que el problema que interesa describir a G. Vial no
estaba en el sistema formal, sino en los hombres, pero eso es
algo que sabe él y no el lector.
Por otra parte, si el nuevo volumen es todavía la historia
de una declinación, a diferencia del primero, Vial no insiste en
éste de manera explícita en que "toda" la historia de Chile sea
una decadencia a partir de 1891, cuando se habría comenzado a
producir la "ruptura de los consensos". De hecho, no viene a
mencionar este fenómeno hasta la pág. 320, y entonces casi
accidentalmente, en relación al juicio histórico sobre Germán
Riesco. Por otra parte, el tono con que relata la conversión de
Arturo Alessandri Palma, desde ser un protegido de Fernando
Lazcano ("valido" lo llama Vial) hasta transformarse en el
León de Tarapacá, receptor de los anhelos y líder carismático
de los sectores mesocráticos y populares más conscientes, da la
impresión de que Vial aceptase que por esos años surge una
nueva élite mesocrática. Esto no sería un fenómeno decadentista
sino la manifestación de una nueva realidad social que
cambia la fisonomía de la historia de Chile, no necesariamente
para mal. Así, escribe en relación a las elecciones presidenciales
de 1920: "Barros Borgoño andaba asimismo en gira por todo
el país, discreto y doctoral, una mano en la espalda, la otra
empuñando los guantes y el bastón cacha de oro. No corría un
metro, claro, con Alessandri"3.
Parece, pues, que Gonzalo Vial se ha ido convenciendo de
que la decadencia era un fenómeno que, más que a todo el país,
afectaba a una sola clase, en una época determinada.
Esto, creo, es lo fundamental que agrega el nuevo volumen,
pues significaría no rechazar de plano la "modernización" de
Chile, como algo negativo. Rechazo que, por lo demás, sólo conduciría
hacia un fatalismo histórico sin destino; ya que resulta
imposible que Chile pudiera dejar de modernizarse dentro de
un mundo entero que lo está haciendo.
Puede estar sujeto a crítica el hecho de que esta modernización
se haya realizado de mala manera y esa crítica ser perfectamente
válida y pertinente. Pero criticar la modernización
misma —que parece ser la tendencia central que marca verdaderamente
la evolución de Chile Republicano— parece estéril.
Si Gonzalo Vial está por reconocer ahora que esa decadencia
unilineal que proclama en el primer volumen debe ser matizada
y hasta revisada, creo que su historia de Chile ganará
mucho. De partida constituiría un avance con respecto a la
interpretación de los conservadores Edwards, Encina y Eyzaguirre.
Pero, más importante que eso, se abrirá a la apreciación
equilibrada de lo que ha caracterizado el siglo XX chileno en lo
que tiene de positivo, que es mucho, muchísimo.
Antes de realizar una síntesis final de la obra que comentamos,
un último aspecto, puntual. En el presente volumen Gonzalo
Vial continúa usando la palabra "mediócrata", para referirse
a los hombres de clase media ("mediocracia"), la cual es, en el
mejor de los casos, un neologismo, en el peor, un barbarismo.
La palabra mediócrata es una mezcla de castellano y griego;
equivaldría a decir mejorócrata por aristócrata, o ricócrata por
plutócrata, etc. Evidentemente no suena bien. ¿Por qué Gonzalo
Vial, que demuestra su cultura a lo largo de toda su obra, no usa
la palabra "mesócrata" (que existe en castellano) o bien clase
media? Ambos términos han sido utilizados antes ampliamente
en nuestro medio historiográfico.
En definitiva, como síntesis de una opinión sobre el Volumen
II se puede afirmar que es un buen relato de la historia
política e internacional de Chile entre 1891 y 1920, quizá
el mejor escrito hasta ahora. No sólo entrega mucha información
sino que describe el proceso con acierto. En cuanto a lo
que relata sobre la vida económica, debe ser complementado con
lo expuesto en el Volumen I y aún así, en mi opinión, todavía
es deficiente con respecto a algunas cifras macroeconómicas
(por ejemplo, el P.G.B. de la época), las cuales están disponibles.
Esto no quita que describa muy bien algunos problemas económicos
concretos, como la historia de la convertibilidad monetaria.
Pero quizá lo más valioso del nuevo volumen sea el afinamiento
de la interpretación; vale decir, los indicios de que el
ciclo de decadencia parece terminar para el autor en 1924 ó 32
y estar reducido a sólo un grupo de la sociedad chilena.
Cierto es que la de Vial sigue siendo una historia aristocrática,
pero es, también, un gran y comprensivo esfuerzo por dar a
conocer la época, escrito con sinceridad y, en pasajes, con brillo.
Constituye un trabajo de valor historiográfico indudable.

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