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Editor: Neville Blanc

Thursday, May 27, 2010

Joaquín Fermandois, el historiador


Entrevista a Joaquín Fermandois "Su último libro:
Chile y el fin del mundo"

Patricio Tapia

El historiador Joaquín Fermandois, profesor en la Universidad Católica, estudia la situación de Chile en los procesos mundiales durante el siglo XX. Muchos de los debates y dilemas del país fueron respuestas locales a problemas mundiales.

Ningún hombre es una isla, aunque hay países que sí lo son. Desde luego, aquellos cuyo territorio está "rodeado de agua por todas partes" (según define el diccionario), pero también los que, por diversas circunstancias, cultivan o son víctimas de un mayor o menor aislamiento, manteniéndose ajenos a lo que ocurre en sus cercanías y, por descontado, en sus lejanías.

Mucho se ha hablado de la "insularidad" de Chile, deduciendo desde características institucionales hasta el carácter de su población, pero en lo que dice relación con la vida política del país durante el siglo XX, ha sido cualquier cosa menos una isla. Así al menos lo cree el historiador Joaquín Fermandois, quien en su último libro sostiene que la sociedad chilena (con mayor simultaneidad que otras latinoamericanas) ha reflejado las corrientes y avatares de la política mundial.

El libro

Mundo y fin de mundo es el tercer libro de Fermandois sobre Chile y sus "asuntos exteriores". En cierta forma amplía y precisa los anteriores, que abordaron períodos más breves (1970-73 y 1932-38) y temas más acotados (la política exterior del gobierno de Allende y las relaciones chilenas con Estados Unidos, respectivamente), pues ahora estudia, como reza el subtítulo, a "Chile en la política mundial, 1900-2004". Como aquéllos, éste no es sólo una historia diplomática al uso, con amplias incursiones en temas políticos y económicos.

-Una noción constante en su libro es la de política mundial (así, en cursivas): un fenómeno de identificación con sociedades modelos, difundido en el mundo, y que escapa al terreno exclusivo de la política. ¿Es posible precisar tal noción?

"Se relaciona con la amplitud del ámbito de la «política», que generalmente se emplea restringiéndolo al Estado y a los partidos políticos. Conla noción de política mundial hago referencia a los debates o pugnas -en las que en potencia también hay «debate»- en torno al orden social; qué se quiere que sea la sociedad, qué rasgos debe adquirir, qué reformar, qué cortar de raíz, etc. Y son disyuntivas que se vinculan con la evolución de la sociedad internacional".

-La tesis central parece ser que la vida política chilena ha estado vinculada a las tendencias internacionales. Podría haber en ello cierto efecto imitativo de un país pequeño respecto de las potencias, pero ¿cómo explica el fenómeno casi inverso, que figuras como Allende o Pinochet se transformaran en una suerte de símbolos a escala mundial?

"Es un fenómeno interesante de la historia del siglo XX en Chile. Aquí el gran factor es el estado de ánimo europeo. Al menos desde el siglo XVIII la fascinación por el buen salvaje es uno de los rasgos de su mirada a ultramar. Mientras Europa se hacía rica y pacífica, una parte de su alma buscaba lugares donde concretar la «sociedad sin contradicciones». Era el espíritu de «mayo del 68»; incluso en círculos conservadores les podía entusiasmar un régimen revolucionario en extramuros. El líder chileno era encantador, hablaba de «humanismo», y tenía el don de la buena vida, junto con «buenas intenciones»; algo parecido pasaba con Castro en La Habana. La Unidad Popular fue la «moderna utopía». Chile cumplía su función de ser «exótico», ya que en general se lo ha visto como una desilusión en este sentido, como «poco exótico». Los años de Pinochet no podían sino ser la «antiutopía», hiciera lo que se hiciera por estos lados. Al comienzo, incluso a Eduardo Frei Montalva se lo puso en la lista negra por haber pedido el fin de la Unidad Popular. Además, el Chile de esos años daba argumentos a los europeos para mirarlos como la oveja negra. Si se arrojaba a la embajada de Italia el cadáver de Lumi Videla, con signos de haber sido torturado, cosa que cualquier examen médico podía confirmar, ¿qué se iba a decir en Europa? Harina de otro costal, era que en 1975, 1977 y 1978 casi no se hablaba sobre el genocidio en Camboya. Había doble estándar, también".

Estados Unidos

-Califica al embajador Claude G. Bowers como "el personaje más extraordinario" en toda la historia de las relaciones chileno-estadounidenses. ¿Podría fundamentar su juicio?

"Estuvo 14 años, y estaba feliz con Chile y los chilenos. Fue un demócrata de rango; orador, periodista e historiador, antes había sido embajador en España; apreciado (y algo temido) por Roosevelt y Truman. Representó el antifascismo, desde una posición «liberal, anticomunista e internacionalista», que representaba toda una posibilidad de la política norteamericana, influyente en los años 1940. Presidió la época en que EE.UU. empezó a ser actor en la política interna de nuestro país, y en que se suponía Washington debía financiar el desarrollo chileno".

-Al reseñar algunos libros (Falcoff, Verdugo, Kornbluh), en un libro anterior suyo y también en éste, ha tendido a desestimar la importancia de la intervención de Estados Unidos y la participación de la CIA durante el gobierno de la Unidad Popular. ¿Cuál diría que fue la dimensión de esta intervención?

"Habría mucho que decir. Hace 20 años publiqué Chile y el mundo 1970-1973, cuya tesis todavía sostengo en este sentido. Cuando en un país hay crisis radical, se atraen las fuerzas antes extrañas. No sólo estaban los norteamericanos, sino que también los soviéticos y, sobre todo, los cubanos de Castro. La carta de éste a Allende, de julio de 1973, es uno de los documentos más reveladores de toda la historia aquella. Por cierto, es cosa de apreciación qué hubiera sucedido si las fuerzas opositoras, a las que se les secaban las fuentes de recursos, hubieran carecido de recursos. ¿O si había posibilidad de mediación, sin la «orden» de Castro de luchar hasta morir? Debo confesar que, aunque no entre especialistas, a nivel de «lo que dice la gente», subsiste la leyenda de que la CIA derribó a Allende. En este sentido, uno escribe en la arena".

-En el libro hay dispersas afirmaciones que van más allá del asunto estudiado, más generales, con algo de aforismo. Le pregunto por un par. "La historia es siempre una combinación de artificio y espontaneidad". Otra, hablando de Emiliano Figueroa y su actuación como embajador: "en diplomacia, en algún momento, siempre hay que recurrir al «antiguo régimen»".

"El historiador analiza hechos y procesos únicos, irrepetibles, ya sea el Imperio Romano o las elecciones de 1938. Mas, construye su lenguaje a través de conceptos de generalidad relativa. Y también, lo que es cambio perpetuo, la historia, se despliega en un escenario que tiene constantes intangibles. El lenguaje del historiador debe aproximarse a ellas. Constituyen categorías de la existencia histórica, y a la vez son impalpables".

"Sobre lo primero, los seres humanos somos libres y determinados a la vez. Construimos sobre ciertas necesidades predeterminadas, los «procesos» si se quiere; pero el grano de sal que cambia todo lo ponen hombres y mujeres que reaccionan de una manera inesperada y crea lo nuevo. La segunda expresión tiene más que ver con una antigua cuestión de las relaciones internacionales. La diplomacia a veces puede ser irritantemente vaga y frívola. Cada cierto tiempo, en diversas circunstancias de tiempo y de lugar, vienen los «realistas» que exigen «profesionalismo». Mas, la inmaterialidad de la diplomacia tiene su función, así como alguna lógica de hierro del poder. Pasó con Emiliano Figueroa; le pasó al gobierno militar; lo experimentó la Concertación en el caso Honecker. Hay que aprender del gran Marcel Proust. Describe el auge y caída de un diplomático frívolo; finalmente, fue reemplazado por un especialista para solucionar los problemas. «A los dos años Francia se encontraba en guerra con esa potencia»".

-La expresión "fin de mundo" tiene un sentido geográfico, pero también uno apocalíptico.

"De ninguna manera quiero expresar un sentimiento apocalíptico. He querido evitar tanto el triunfalismo como el decadentismo o pesimismo afectado; ambos nublan la comprensión del momento histórico. Ciertamente, «fin de mundo» no es sólo una idea geográfica; significa también la idea extendida de que el gran mundo poco tiene que ver con nosotros."

FICHA
Joaquín Fermandois
"Mundo y fin de mundo"
Ediciones Universidad Católica de Chile, Santiago
2005, 638 páginas.


*Joaquín Fermandois es profesor del Instituto de Historia de la Universidad Católica de Chile.

**Artículo publicado en El Mercurio el 26/06/2005

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