SOCIEDAD DE BIBLIÓFILOS CHILENOS, fundada en 1945

Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Editor: Neville Blanc

Sunday, December 19, 2010

LA NACION PUNTO CL




La Nación: Historia y futuro
Nación.cl
Un diario al servicio del país, con 93 años de historia.


LaNacion.cl Domingo 19 de diciembre de 2010 Reportajes
Impacto al estilo La Nación


Una Nación para Todos

A pesar de ser primos y tener una historia familiar en común, Joaquín Edwards Bello y Agustín Edwards Mac-Clure fueron incompatibles. Uno, escritor, cronista, bohemio, Premio Nacional de Literatura y Periodismo. El otro, parlamentario, diplomático, ministro, empresario y fundador de El Mercurio de Santiago. Sin embargo, hubo un impensado punto de acuerdo entre ambos: el nacimiento del diario La Nación y el rol que comenzó a ejercer en la sociedad chilena.

“La presencia de La Nación en el periodismo chileno fue como la presencia de Colo-Colo en el fútbol”, escribió con su pluma simple, aguda y directa Edwards Bello. “En el periodismo chileno el nacimiento de La Nación encarnó un nuevo género: el diario de combate por una ideología doctrinaria avanzada, celoso de las formas cultas, revestido de un lenguaje sereno (…) La obra realizada por Eliodoro Yáñez en el periodismo chileno tienen características de novedad y ha dejado huellas y normas para todos los diarios de combate”.

Y es que la aparición del matutino, el domingo 14 de enero de 1917 con 16 páginas, significó un reflejo de los profundos cambios sociales, políticos y culturales que se vivían en el país y en el mundo. Un diario diferente, orientado a la clase media emergente e independiente de los grandes poderes, que se diferenciara de El Mercurio y el Diario Ilustrado, portavoces de los intereses económicos y políticos de la época.

Esto es lo que tenían en mente Eliodoro Yáñez Ponce de León, Abraham Gatica Silva, Augusto Bruna Valenzuela y Alfredo Escobar Campaña, todos liberales, senadores y “con fama de ricos” (según el dibujante y cineasta Jorge Délano, “Coke”) cuando decidieron aportar el capital para crear la Sociedad Periodística La Nación, que se encargaría de la edición de la nueva publicación.

Fue en una casa colonial de adobe en calle Agustinas entre Morandé y Teatinos, que en su época había pertenecido a Francisco Bilbao, en donde todo comenzó.

Para eso se reunió a un notable equipo profesional liderado por Ernesto Bianchi Tupper (primer director y cuñado de Eliodoro Yáñez), en el que destacaron algunas personas que poco después jugarían un rol crucial en la historia del país.

Gabriel González Videla y Carlos Dávila (Presidentes de la República); Conrado Ríos Gallardo y Ernesto Barros Jarpa (cancilleres); Osvaldo Koch (canciller, ministro del Interior y de Justicia); Joaquín Edwards Bello; Hernán Díaz Arrieta (Alone, el famoso crítico literario); Enrique Tagle Moreno; Hugo Silva, Mariano Latorre y Juan Emar (Álvaro Yáñez Bianchi, hijo de don Eliodoro) entre otros.

El éxito del periódico fue inmediato, llegó a tener un tiraje de sesenta mil ejemplares diarios. Hacia 1928 era el matutino más leído del país.

La fórmula ideada por Yáñez (el alma del diario, que revisaba todas sus páginas antes de despacharlas) había tenido éxito, era simple pero novedosa: a través de convenios informativos con La Nación de Argentina y con la agencia United Press Internacional (UPI) se le otorgó un amplio espacio a las noticias internacionales, como la Primera Guerra Mundial, la Revolución Rusa y la crisis de posguerra.

Además, se potenció la cobertura deportiva casi inexiste entonces. A esto se sumó el aporte del equipo periodístico, que en su mayoría ya tenía experiencia en otros medios.

Bajo el signo del Estado

En medio de la turbulencia política de los años 20, La Nación juega un papel importante en todas las transformaciones políticas y sociales que realiza el gobierno de Arturo Alessandri Palma, a pesar de seguir una línea distante y crítica. Los sucesos que comienzan a desencadenarse desde 1925 y la irrupción del coronel Carlos Ibáñez del Campo, ponen al diario en el centro de la polémica.
Una vez en la Presidencia, Ibáñez (ya general) es fuertemente criticado desde las páginas de La Nación y Eliodoro Yáñez, desde hace varios años dueño total del periódico, se convierte en uno de sus principales opositores.

Por esto, y dada la popularidad del diario, es que por consejo de su ministro de Hacienda (y “hombre fuerte” de su gobierno), Pablo Ramírez, y el asesor de éste, Juan Bautista Rossetti, se decide obligar a Yáñez a vender la empresa al Estado. “Si no vende, se le incauta “, dijo Ramírez.

Tras innumerables presiones, de hecho se fue al exilio poco después, Yáñez cede y vende el diario en $4 millones de la época, muy por debajo de la tasación real. Su dueño siempre pensó que la Sociedad Periodística La Nación valía por lo menos cuatro millones de dólares.

El 31 de diciembre de 1927, a través del Decreto N°3.070, el general Ibáñez establece que la empresa que edita La Nación, será desde ese instante costeada con fondos del erario nacional.

Un nuevo inicio: 1932-1973

Tras superar un cierre momentáneo luego de la caída y exilio de Ibáñez (julio de 1931), La Nación vuelve a salir a las calles de la mano de Carlos Dávila, ex director y Presidente de la República por ese entonces.

A pesar de tener restricciones en lo político, el diario intenta continuar la senda iniciada en 1917. Para esto enfatiza su trabajo hacia las clases medias a través de coberturas periodísticas enfocadas hacia otros temas.

Por esto, y de forma constante, se dio gran cabida a temas culturales. Durante años (buena parte de los ’40, ’50 y ’60) las ediciones dominicales trajeron en portada –y con ilustraciones a todo color– cuentos o extractos de obras de importantes autores, no solamente nacionales. Escritos del brasileño Graciliano Ramos, del guatemalteco Virgilio Rodríguez Macal, del norteamericano Ernest Hemingway y del ruso Aleksandr Pushkin, entre otros, pasaron a enriquecer las páginas de La Nación.

Asimismo se potenció la crítica de arte, en especial la literaria, a cargo de notables expertos como Ricardo Latcham (uno de los más grandes especialistas del país, decano de la Facultad de Filosofía y Educación de la U. de Chile) o Luis Menéndez.

Esta cobertura no fue casualidad, los escritores Hugo Silva Endeiza (1928-1929), Jocelyn de la Maza Gómez (1932), Jorge Hubner Bezanilla (1932); Jorge Luco Cruchaga (1933), Carlos Prendes Saldías (1938-1941) y Domingo Melfi (1942-1945), fueron directores de La Nación.

En este contexto es que nacieron suplementos como Saber Vivir, en los que se abordaban temas de viajes, moda, sociedad, hogar y cocina.

Por estos años el deporte, que había sido uno de los pilares en los primeros años, también se ve reforzado, transformando a La Nación en el “Diario de los Deportistas”, como rezaba el título de un suplemento que años después se haría famoso. Todos los lunes se publica la más completa información de todo el campeonato nacional de fútbol tras el término de cada fecha, la que incluye completos reportajes gráficos.

De hecho, en una costumbre que se mantuvo inalterada casi hasta hoy, la portada de los lunes siempre fue dedicada al partido más importante de la jornada dominical. Sin embargo, la cobertura va más allá: boxeo, atletismo e hípica, así como el deporte amateur y juvenil tienen un gran espacio en el diario.

Los mejores periodistas deportivos del país escriben para el diario, incluido el más famoso: Renato González Moraga, Míster Huifa, a través de su columna “Servilletas de papel”.

Otro frente que es potenciado es crónica, sobre todo, el sector policial. Bajo la dirección de Ramón Cortés Ponce (1946-1952, fundador después de la Escuela de Periodismo de la Universidad de Chile) se forma un equipo de periodistas cazanoticias que le da gran dinamismo al periódico, transformándolo –nuevamente– en uno de los más vendidos del país.

No obstante las limitaciones políticas, el diario mantiene una gran visibilidad en el tema a través de una punzante línea editorial, en especial en las presidencias de Gabriel González Videla (1946-1952) y Carlos Ibáñez del Campo (1952-1958). En esto tuvieron mucho que ver las personalidades de los directores de la época, Cortés Ponce, radical hasta la médula, y Darío Sainte Marie (1954-1957), uno de los principales (y polémicos) asesores políticos del general Ibáñez durante su segunda administración.

Incluso Sainte Marie –aunque ya no era director– protagonizó una dura polémica desde el diario con el entonces candidato y futuro Presidente Jorge Alessandri. En una columna de opinión titulada “Aquí estoy”, el 3 de septiembre de 1958, un día antes de la elección presidencial y firmada con el seudónimo que lo hizo popular, “Volpone”, Sainte Marie califica como “mugrienta” la campaña de Alessandri.

Este tono, sin embargo, decae tras el triunfo electoral de Alessandri. El diario, en el futuro, potencia aun más las noticias nacionales, incluidas muchas de crónica roja de la mano de Jenaro Medina Vera (director entre 1964-1966), “el mago de la circulación”, que con una fórmula parecida había convertido a la revista Vea en la más leída del país.

No obstante, los fuertes cambios sociales (en todo ámbito) que se producen en el país bajo la Presidencia de Eduardo Frei Montalva (1964-1970) como la reforma agraria, el inicio de la nacionalización del cobre y el programa de promoción popular, tienen una fuerte presencia en las páginas del diario. No por nada su eslogan por esos años era “el diario al servicio de Chile”

Así, el propio Frei Montalva le otorgó mucha importancia a la labor de La Nación, al punto que no pocas veces se comunicaba personalmente con el director para conversar los énfasis que debían tener ese tipo de informaciones. Por esto es que uno de los hombres de más confianza del Presidente en materia política, Claudio Orrego Vicuña (padre del actual alcalde Peñalolén), fue director (1967-1969).

La polarización política del país, que se extendió a casi todos los sectores, también se vio reflejada en el periódico que se convierte en férreo defensor del gobierno de Salvador Allende (1970-1973) y de su “vía pacífica al socialismo”. Sin embargo el periódico, bajo la dirección del abogado y periodista socialista Oscar Waiss Band, comienza a tener problemas dada su baja circulación que no supera los 20 mil ejemplares diarios.

Llega el golpe de Estado del 11 de septiembre de 1973 y el diario deja de imprimirse. Habría de esperar un mes para salir a las calles, pero ya no sería lo mismo.

Bajo mano militar, cambios de nombre y tres proyectos: 1973-1990

A poco de instalado el nuevo gobierno militar, en medio de los trascendidos que hablaban del cierre del diario, se decide mantenerlo pero con cambios que lo hagan sustancialmente diferente al que defendía a la Unidad Popular.

Por esto, las nuevas autoridades militares traspasan la administración y la dirección del periódico a las autoridades del Colegio de Periodistas y su presidente, el DC Carlos Sepúlveda Vergara, asume la dirección del nuevo proyecto.

Para marcar distancias con el pasado reciente se opta por cambiar el nombre al diario, así el 11 de octubre de 1973 –cumplido el primer mes de gobierno– aparece en las calles La Patria, el sucesor de La Nación.

Al poco tiempo Sepúlveda Vergara delega la dirección en el periodista Héctor Muñoz Burboa, pero el periódico no da los resultados esperados, por lo que el régimen decide variar una vez más de rumbo.

Para eso recurre a la periodista Silvia Pinto Torres, ex diputada del Partido Nacional y agregada de Prensa en la Embajada chilena en Buenos Aires, quien tiene un proyecto en mente y no menor: un diario popular, que abordara temáticas cercanas a la gente, moderno, con una atractiva diagramación y en formato tabloide (hasta ese momento el diario se imprimía en tamaño grande, como El Mercurio) que tenía como modelo al diario argentino El Cronista Comercial dirigido por Rafael Perrota.

El 8 de septiembre de 1975 el diario vuelve aparecer y de nuevo con otro nombre tal como su símil argentino: sería ahora El Cronista. Duraría casi cinco años.

A pesar de estos cambios y del nuevo impulso, el diario no logra despegar, el tiraje es bajo. En el edificio Diego Portales (sede del gobierno) hay un periodista que tiene una idea, recuperar La Nación para la prensa chilena.

Era Luciano Vázquez Muruaga, con larga trayectoria en El Mercurio, agregado de prensa en Suecia al inicio del gobierno de Augusto Pinochet y director de comunicaciones de la secretaría general de gobierno.
A principios del ’80 el proyecto está listo. Es ambicioso y con una fuerte inyección de recursos, impreso nuevamente en tamaño Mercurio y a diferencia de los años anteriores con varios cuerpos y con varios suplementos durante la semana: dominical, educacional, ciencia y tecnología, y por supuesto uno deportivo todos los jueves. Su lema era “El diario grande de Chile”.

Así, el 3 de junio de 1980 reaparece La Nación tras casi siete años.

El modelo sufre algunos cambios y hacia 1983, con una receta bastante atrevida para la época, la que incluía osadas fotos de las principales figuras femeninas del espectáculo y una fuerte cobertura a la crónica roja, el diario logra las ventas mas altas de su historia: casi 150 mil ejemplares diarios.

Hacia 1984 (bajo la dirección del abogado Orlando Poblete Iturrate, hoy rector de la Universidad de Los Andes) se intenta un nuevo diseño, que sería el que acompañaría a La Nación hasta el fin del gobierno de Pinochet. De ahí que nuevamente se privilegiara una fuerte cobertura deportiva.

Para esto se reúne a un equipo de profesionales de primera, que en muchos casos, hasta el día de hoy siguen siendo líderes de opinión en materia deportiva. El grupo era dirigido por el argentino Héctor Vega Onesime (que había sido director de la revista El Gráfico en Argentina) y lo componían Julio Salviat (Premio Nacional de Periodismo Deportivo), Igor Ochoa, José Antonio Prieto, Aldo Schiappacasse, Harold Mayne-Nicholls (hoy presidente de la ANFP) y Felipe Bianchi entre otros.

Dos proyectos nacerían ahí, primero el suplemento Mundo Deportes, y luego en 1986 (antes del mundial de México) la revista Triunfo, que hasta hoy es uno de los principales referentes del periodismo deportivo chileno.

El regreso a la democracia y una nueva era 1990-2010

El 11 de marzo de 1990 no solamente marca el retorno de Chile a la democracia sino que una nueva etapa periodística en La Nación. Ese día Abraham Santibáñez Martínez asume como director (1990-1994), con la idea de recuperar la credibilidad que el diario había perdido (en muchos sectores de la sociedad) durante los años de régimen militar.

Su eje sería develar los principales temas que estuvieron acallados durante el gobierno de Pinochet, especialmente las violaciones de los derechos humanos. En esa línea el periódico cumplió un importante papel periodístico en dos hitos de la reciente democracia: los “ejercicios de enlace” (1991) y el “boinazo” (1993).
En paralelo, el diario vive intensos cambios administrativos y físicos.
Con el paso de los años –y en especial bajo las administraciones de Jorge Fernández Correa (1994-1996) e Ignacio González Camus (1996-2000)– el periódico busca ponerse a tono intentando una permanente modernización tanto en los contenidos como en su diagramación y logotipo. En deportes, con más páginas, se potencia el despliegue semanal con la sección Triunfo Diario, además, nace la revista Fusta con toda la información de la hípica –de Arica a Punta Arenas–, única en el mercado chileno.

La Nación sigue innovando y con la llegada de Ricardo Lagos al poder (2000-2006) el diario inicia nuevos rumbos. El 2000 nace el sitio web Primera Línea, dirigido por el periodista Juan Pablo Cárdenas (Premio Nacional de Periodismo 2005) uno de los primeros periódicos electrónicos del país con una atractiva batería de temas. En febrero del 2003 nace www.lanacion.cl, diario digital que además de tener todo el contenido de la edición en papel, entrega una amplia cobertura a los hechos del día –nacionales como internacionales– con actualizaciones minuto a minuto.

El 14 de julio del 2002 –bajo la dirección de Alberto Luengo Danon (2002-2004)– nace La Nación Domingo (LND), un nuevo concepto de periódico dominical con una presentación y diseño distinto, con un estilo más entretenido, dinámico y directo. Una mezcla que incluía, además, un incisivo periodismo de investigación y denuncia.
El carácter de este nuevo proyecto se sustentó en una aguda mirada de la contingencia nacional con reportajes críticos que en su momento causaron viarias polémicas. La política nacional, las Fuerzas Armadas, la diplomacia, la Iglesia y el espectáculo se vieron emplazados desde las páginas de LND.

Para esto se reunió a un sólido equipo de profesionales comprometidos con la tarea. Julio César Rodríguez, Claudia del Solar, Pablo Azócar, Eduardo Rossel, Mirko Macari y Boris Bezama, entre otros, tuvieron la misión de liderar a ese grupo de periodistas.

Este impulso, además, se vio reforzado hacia 2008 con nuevos contenidos destinados para la clase media a través de los suplementos EMT (Empresas de Menor Tamaño) para las pequeñas y medianas empresas y Agenda Cul para exponer nuestra cultura popular.

En fin, un recorrido que continúa a través de otras plataformas, acordes con el paso de los tiempos y que harán que el próximo 17 de enero La Nación cumpla 94 años de vida.

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