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Editor: Neville Blanc

Sunday, February 27, 2011

PILAR SORDO









Domingo 27.02.2011, 12:19 hs l Montevideo, Uruguay
EL PAIS
La nueva gurú latinoamericana
En sus conferencias no entra un alfiler y todos sus libros se vuelven best seller. La psicóloga chilena Pilar Sordo habla de hombres, mujeres y sus 14 diferencias. "Nosotras precisamos sentirnos necesarias, ellos, admirados".

GABRIELA VAZ

"Las mujeres tenemos que saber separar las cosas, pensar en objetivos y jugar. Ellos deben aprender a detenerse en los detalles, a comunicar lo que sienten".

Las separaciones amorosas disparan reacciones de todo tipo. A Pilar Sordo se le dio por tratar de entender. Recién divorciada, quiso meterse en la cabeza de hombres y mujeres, encontrar motivos, explicarse su propio proceso. Al ser psicóloga clínica, tenía varios elementos para comenzar y sumó dos apuntes que hacía un tiempo llamaban su atención: que cada vez más varones llegaban a la consulta y que las mujeres se quejaban constantemente. Esos fueron los puntapié iniciales para una investigación que terminó siendo mucho más ambiciosa (duró ocho años e involucró a 4.000 personas de entre 5 y 90 años, de países, culturas y niveles socioeconómicos distintos) y que cambió el rumbo de su carrera.

Plasmado en el libro ¡Viva la diferencia! (...y el complemento también) en 2005, el estudio se convirtió en un best seller y permaneció como el texto más vendido de su país, Chile, durante 114 semanas. Asimismo, las conferencias donde expone los resultados de la investigación se atiborraron al punto que los asistentes comenzaron a subirlas a YouTube y las visitas se multiplicaron en forma exponencial.

Una década, cuatro libros y cientos de charlas después, esta psicóloga ha sido catalogada como una de las 21 personalidades más influyentes de Chile, donde el año pasado el presidente Sebastián Piñera manejó su nombre para el cargo de ministra de Estado, al frente del Servicio Nacional de la Mujer. Hoy, brinda asesoría para esa dependencia -tal como lo hizo antes a pedido del gobierno de Michelle Bachelet-, da charlas en colegios y empresas, es columnista de medios escritos y portales web, panelista de programas de televisión, y este año retomará su trabajo clínico en la consulta con pacientes.

¿El motivo de tamaño éxito? Para ella, el trabajo serio, la simplicidad a la hora de exponerlo y el sentido del humor. Madre de dos hijos adolescentes, separada, viuda desde hace menos de dos años, Sordo no muestra recelo a la hora de poner sobre la mesa su propia historia de vida para ilustrar los conceptos que desea volcar, y tampoco duda en reírse de los conflictos.

Este sábado volverá a presentarse en el hotel Conrad de Punta del Este con una conferencia basada en la investigación que la catapultó a la fama y que supo echar nueva luz sobre un tema acerca del que parecía estar todo dicho.

halle las 14 diferencias. Esquivando conceptos vagos o lugares comunes, el estudio, que la psicóloga llamó La magia de ser mujer. La realidad de ser hombre, desmenuza diferencias muy específicas entre las estructuras de pensamiento y acción masculinas y femeninas. Concretamente, encontró 14, que se desarrollan en el libro ¡Viva la diferencia! y son protagonistas de sus charlas. No obstante, Sordo considera que algunas son más determinantes que otras y existe sobre todo una que entiende como el cimiento para las demás.

Cuando inició las entrevistas para la investigación, la terapeuta pidió a los participantes que nombraran palabras que asociaran a los términos "esperma" y "útero, óvulo u ovario". Hubo de todo, pero de pronto apareció un patrón: "salir", "soltar" o "largar" para el primero, y "guardar", "retener" y "cuidar" para el segundo. A partir de entonces, con la suma de más testimonios y experiencias, la psicóloga elaboró una teoría que le cerró por todos lados. "Las mujeres somos retentivas y estamos diseñadas para retenerlo todo: líquido, celulitis, gases. Guardamos cosas materiales, tenemos una gran memoria, preguntamos, insistimos. Los hombres están diseñados para liberar, para soltar y avanzar, para olvidarse", explica en conversación telefónica desde su hogar en el país trasandino. Hay un complemento pero también una polarización que dificulta la comprensión entre las dos partes. Por eso, dice Sordo, cada lado debe aprender a tomar un poco del otro.

"Las mujeres necesitamos sentirnos necesarias, los hombres necesitan sentirse admirados. Por lo tanto, para aprender a soltar como mujer, tengo que disminuir mi tendencia a sentirme indispensable, y los hombres, para aprender a retener, deben disminuir su tendencia a sentirse reconocidos. Y eso deriva en otra diferencia, para mí fundamental, y es que el hombre funciona en base a objetivos o a metas, y las mujeres lo hacen en base a procesos. Si un hombre considera que su mujer es un objetivo cumplido, la va a perder, pues la va a dejar de cuidar. La mujer, como es de trayectos y de detalles, necesita que la cuiden todos los días pero también necesita avanzar, aprender de los hombres y su estructura para pensar en metas y objetivos cumplidos".

Ciertas diferencias surgieron de un análisis pormenorizado, pero otras saltaron más a la vista de la terapeuta, por la simple observación en su consultorio. Sordo se dio cuenta de que, cuando un hombre salía de su primera sesión, ella lo sabía objetivamente todo de él: quién era, qué hacía, qué lo preocupaba, qué días pensaba ir. Sin embargo, cuando una mujer se iba de su consulta por primera vez, la psicóloga tenía claro cómo eran sus hijos, su marido, su ex, su niñera, su jefe, pero "no tenía idea de quién era ella" o qué quería.

"Los hombres tienen la tendencia a tener la cabeza separada como en compartimentos, las mujeres tenemos todo mezclado como en nuestras carteras", sostiene al detallar otra de sus 14 diferencias: ellos son monofocales; ellas, multifocales. Es decir, eso de que las mujeres pueden hacer varias cosas a la vez y los hombres no, para Sordo no es broma.

Otro concepto interesante que maneja es el de pensamiento mágico. "Es una estructura de pensamiento adicional que las mujeres sentimos mucho más que los hombres. Algunos hombres lo tienen, pero en absoluta minoría". Consta de tener en la cabeza una suerte de mundo perfecto en oposición constante con el mundo real. "Por tanto, cada vez que comparo el mundo real con ese mundo perfecto, todo parece insuficiente, incomprensible, y somos infelices. Por eso las mujeres nos quejamos tanto. El `pero` aparece desde esa estructura: `tengo el pelo lindo pero las puntas florecidas`, `las vacaciones estuvieron bien pero hubo dos días nublados`, `los niños están bien pero resfriados`. Estoy diciendo que mi concepto de niños bien son niños perfectos".

Para la psicóloga, la que posee esta estructura es la clásica mujer que siempre está centrada en lo que le falta y no en lo que tiene. "Por eso siempre digo que todas las mujeres estamos dentro de nuestras cabezas enamoradas del mismo hombre y el que tenemos es un premio de consuelo, ya que pasamos comparando a ese hombre real con el `hombre mágico` y en esa competencia el hombre real siempre pierde y por lo tanto nos quejamos de él". Desde ese lugar, es que ellas siempre quieren que él sepa o adivine mágicamente qué es lo que ella desea. Preguntas como ¿por qué nunca me regalas flores? son un síntoma: a él probablemente nunca se le ocurra porque no es ese hombre imaginario.

En sus conferencias, disponibles en YouTube, la psicóloga lo grafica con ejemplos mundanos, a los que agrega reproducciones de charlas con impostaciones de voz e imitación de gestos que suelen despertar la hilaridad de los asistentes. Desdramatizar parece la clave.

Asimismo, Sordo apunta que una de "las grandes maravillas que tiene la investigación" es que no muestra a ningún género como superior al otro, sino que los ve desde la complementariedad o desde el aprendizaje, "que es desde donde yo mejoro". "Las mujeres tenemos que aprender de los hombres: separar las cosas, pensar en objetivos, quedarnos calladas, jugar -otra cosa maravillosa que tiene la conducta masculina que a las mujeres nos cuesta mucho desarrollar-. Los hombres deben aprender de nosotras a pensar en procesos, a pensar en detalles, a retener cosas, a comunicar lo que sienten y decir lo que les está pasando".

parejas perdidas o salvables. Todas estas diferencias, ¿atentan contra la estabilidad de la pareja? No. Lo que sí lo hace es el desconocimiento de las diferencias. "Cuando uno no sabe, espera cosas del otro porque supone que actúa, piensa y siente igual que yo, y eso no es así. Siempre he dicho que la pareja, para mantenerse, requiere de cuatro patas, como si fuera una mesa: una es el amor -condición necesaria pero no suficiente para que una pareja dure toda la vida-, otra es la voluntad -que es la más importante de las cuatro: la decisión de amar y trabajar para eso. Todos hemos hecho miles de esfuerzos para mantener nuestro trabajo, y no necesariamente aguantamos con la misma tolerancia las relaciones afectivas-, la tercera pata es el sentido del humor -si una pareja no se ríe de sí misma y de las cosas que le pasan en la vida difícilmente pueda evolucionar y durar en el tiempo- y el cuarto es el sentido de trascendencia -creer en alguien o en algo que de alguna manera te haga sentir pequeño y con la condición necesaria de humildad. Creo que son las cuatro cosas que a la larga hacen que la diferencia tenga sentido".

¿Cuándo uno se da cuenta que la relación no va más? ¿Cuál es la línea que separa a una relación salvable de una que ya no tiene solución? "Cuando al menos una de las cuatro patas desaparece para siempre. Cuando desaparece el amor y no hay marcha atrás. Cuando desaparece la voluntad o la fuerza para trabajar por esa relación. Cuando ya el sentido del humor no existe. Y cuando creer en Dios o en algo superior ya no te ayuda. Tiene que ver con cuotas de realidad y poder evaluar esas cosas. Cuando el amor se apaga -porque no fue cuidado, porque no fue tomado en cuenta como decisión- es tan difícil como encender un auto sin aceite. Creo que la intersección de esos cuatro mecanismos puede, con sus altos y bajos, determinar que la relación ya no funcione. A mí me sucedió descubrir que tenía una concepción super inmadura del amor. Estaba más enamorada del amor, en términos de decisión, que de él. Creo que eso, a lo largo del tiempo, por inmadurez, por historias de vida, te termina pasando la cuenta".

Jóvenes se alejan de la infelicidad adulta
La única salvedad que Pilar Sordo halló en su investigación -en la que participaron miles de personas de países diferentes- no tuvo que ver con las diferencias culturales, los lugares de origen ni el estatus socioeconómico, sino con la edad. Las generaciones más jóvenes actúan distinto y la psicóloga se interesó en entender por qué. Curiosamente, encontró la respuesta en el comportamiento adulto.

En primer lugar, Sordo notó que entre los más chicos se da una inversión de roles, por ejemplo una masculinización de la mujer (que suelta todo y ya no retiene nada). Así lo explica ella: "Creo que les estamos mostrando a los jóvenes un mundo adulto super poco gratificante. Todo es tremendo, estamos siempre cansados, siempre agobiados, poco contentos, siempre suspirando. Eso, a la larga, los hace sentir que el adulto es un ser infeliz. Entonces, para alejarme de ese mundo infeliz, no quiero comprometerme ni hacer nada de lo que los adultos hacen: por lo tanto no quiero trabajar mucho, no me quiero casar, no quiero tener hijos. Creo que ese es el testimonio que estamos pasando".

La terapeuta profundizó el análisis de las generaciones más jóvenes en otra investigación que aparece en su tercer libro, No quiero crecer (2009). Allí aborda la relación entre padres e hijos y descubre las razones por las que el entendimiento entre ambas partes se vuelve hoy en día difícil en tantas ocasiones.

"Yo grafico un poco el mundo adolescente y el mundo adulto joven desde esa falta de compromiso, desde ese tedio permanente, desde esa generación `sin hambre`, como digo yo, a los que les cuesta buscar información, proponerse hacer cosas, ser más pro-activos, porque de alguna manera han tenido todo hecho. Hay un error conceptual de los padres en el tema de asumirse amigos de sus hijos y no padres, y por lo tanto perder la autoridad de poner reglas. De alguna manera, hablar de amistad con los hijos es como redundante: si yo amo a alguien tengo que desarrollar vínculos de confianza, eso es como obvio. Pero yo no puedo ser cómplice, yo tengo que educar. Y por lo tanto tengo que estar permanentemente alerta de este fenómeno", concluye Sordo.

Inevitable dolor, elegible sufrimiento
"Bienvenido dolor" puede ser, para muchos, una figura del contrasentido, casi un oxímoron. Pero así se llamará el quinto libro de Pilar Sordo, en el que aún está trabajando y que se hallará en las bateas literarias a mitad de año. "Tiene que ver con los procesos de pérdida y de duelo, pero a partir de ahí derivé en una investigación que tiene que ver con el manejo de las emociones, con cómo vivimos los dolores los latinoamericanos", explica.

Bienvenido porque, ya que se trata de una emoción inevitable, al menos se le puede sacar provecho. La psicóloga no tiene problemas en exponer su propia historia como ejemplo. Divorciada, viuda, sobreviviente de dolores varios, reivindica el sentido del humor como base de la resiliencia. Pero, ¿es algo que cualquiera puede desarrollar? "Sí, se desarrolla y se va a aprendiendo en la medida que tienes una actitud frente a las cosas que te pasan en la vida como un aprendizaje. Por ahí va el tema. Todos estamos llamados a reinventarnos. Hay temas que a algunos les costará más que a otros. Pero todos tenemos esa posibilidad y esa alternativa. Lo terrible es cuando uno supone que viene construido así y que nada puede cambiar. Yo creo en eso: todos tenemos la posibilidad de decidir. El dolor es inevitable. Llega a tu casa igual que una encomienda que no puedes eludir. Lo que puedes elegir (padecer o no) es el sufrimiento, que es quedarse pegado en eso sin determinar un proceso de aprendizaje. Eso sí es elegible".

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