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Editor: Neville Blanc

Saturday, April 21, 2012

“Los latinoamericanos nunca entendimos El Quijote”



LA TERCERA EDICION IMPRESA

sábado 21 de abril de 2012

Nicanor Parra: "Nunca entendimos El Quijote"


A cuatro meses de haber ganado el Premio Cervantes, el antipoeta habla por primera vez del galardón en su casa en Las Cruces.

por Roberto Careaga C.



“Adelante, adelante”, se escucha desde del interior. La puerta está abierta, como siempre. Adentro, en un salón de ventanales con vista al mar un hombre que bordea los 100 años, envuelto en varios chalecos, camisas y camisetas, está sentado de espaldas a la enceguecedora luz del sol de mediodía en Las Cruces. Podría ser un oráculo. Antes de mirar quién ha entrado a su casa, Nicanor Parra termina de escribir un cheque que manipula muy cerca de sus ojos. Está solo. Se levanta, mira desconfiado. Lo acechan los turistas culturales. No acepta periodistas. Lanza un par de golpes al estilo de un boxeador. Dice estar ocupado, y mira la puerta de salida: “Ya, ya, compadre, tengo que trabajar en mi discurso”.



Habla del discurso del Premio Miguel de Cervantes, un texto al que Parra le ha dado vueltas durante los últimos tres o cuatro meses. Y ahí, dispersas en el living de su casa, están las pruebas: libros sobre Cervantes, estudios sobre las novelas de caballerías, Biblias, un diccionario etimológico y dos ediciones de El Quijote de la Mancha, una de ellas facsimilar, se amontonan en la mesa de centro y en otros esquineros. “Así se trabaja en Las Cruces”, dice, mientras pasa las hojas de un cuaderno lleno de anotaciones hechas con un lápiz Bic azul. Adentro hay mil ideas, mil chispazos, mil caminos. Una cosa Parra la sabe bien: “Los latinoamericanos nunca entendimos El Quijote”.



En ese momento, el nieto de Nicanor está abordando un avión hacia España: Cristóbal Ugarte, el “Tololo”, fue la persona que el poeta escogió para que recogiera por él el Cervantes. Parra, que apenas se mueve de su casa en la playa, decidió no cruzar el Atlántico. “Es peligroso, los aviones se caen”, dice, evitando lo obvio: sus 97 años. En su caso, lo obvio no lo es tanto: además de una leve sordera y problemas a la vista que soluciona con una lupa, el hombre que hace 58 años creó la antipoesía lleva con una prestancia sorprendente su siglo en este mundo. No es sólo su agilidad para subir escaleras, también son los tonos terrosos perfectamente combinados de su ropa y la camisa de franela que lleva con el estilo de un veinteañero grunge.



Lo otro es su cabeza. En las casi dos horas que el martes pasado estuvo con La Tercera, Parra guió una conversación que se movió entre los sofistas y Shakespeare, el imperialismo español y el británico, la Biblia y Enrique Lihn, el terremoto de 1939 de Chillán, la prensa, el principio de incertidumbre, etc., etc. Estallidos de una mente inquieta, atenta al aquí y el ahora: “Dicen que inventé la farándula. Prefiero lo que me dijo Cecilia Vicuña: que inventé los twitter”, cuenta. “Los twitter son los Artefactos del siglo XXI. Qué más que ‘La izquierda y la derecha jamás serán vencidas’”, lanza.



¿Cree en ese artefacto, don Nicanor?



Yo no creo en nada.



Primera página



“Ese sí que es tema”, dice Parra cuando en la conversación se cruza la idea de que los españoles no han entendido la revolución de su antipoesía. “Venimos de lados diferentes. Los españoles no nos entienden a los latinoamericanos y nosotros no entendemos El Quijote. Y yo sé por qué: la Inquisición prohibió la circulación de las novelas de caballerías y desde ahí fue de donde Cervantes sacó casi todo. Nos perdimos eso”, dice, aún adentro de la investigación que lleva sobre el clásico.



Lector de Shakespeare y Whitman, amigo de los poetas Beat norteamericanos, Parra estaba en la Universidad de Oxford cuando escribió el grueso de Poemas y antipoemas (1954), su fatal estocada a la lírica. No fue hace mucho, dice, que volvió a El Quijote. “No podía ser que no lo manejara. Pero me quedé en una página y no he podido salir de ahí. No se puede salir de aquí”, dice, y muestra la portada de la edición facsimilar de la novela de Cervantes. Acerca más el libro y apunta al escudo principal: “Post tenebras spero lucem”, una frase en latín vulgar que puede traducirse como “Después de la tinieblas espero la luz”.



Versículo del libro de Job de la Biblia, alguna vez Parra llegó a suponer que era la clave para leer el Quijote. Fue más lejos, cruzó variables, significados etimológicos y supuso que donde en ese castellano antiguo decía Xote de la Mancha, había una mención al pájaro jote, que a su vez reflejaba a la figura del halcón ilustrado en el escudo. Leyó sobre la cetrería, que es el arte de cazar aves rapaces. Supuso que entre el significado azteca de jote -cojo- había una ligazón con el manco de Lepanto, que era Cervantes. Dio vueltas laberínticas para chocar con lo indesmentible: “Esta página no tiene nada que ver con el contenido del libro. Es de la imprenta. Y no se puede salir de ahí”, dice.



Si Parra está tomando el pelo, que lo haga: el camino de la explicación implica recorrer su casa, ver su ya icónica chaqueta de mezclilla nevada colgada de una silla de su pieza, curiosear entre los ejemplares de su Enciclopedia Británica y sus viejos libros de Shakespeare, echar un vistazo a sus copias Biblia en español e inglés, escucharlo hablar en mapudungun, enterarse que el poeta Juan Luis Martínez le robó una copia de la Antología de la poesía chilena nueva, de Teitelboim y Anguita (“La recuperé”) y que una tarde, en la misma mesa de centro que hoy está en Las Cruces, Lihn dio un golpe y le preguntó, ya cansado de estar atrás de Parra en la poesía chilena: “¿Cuándo me vas a dejar pasar, hueón?”.



El discurso



“Podríamos comer humitas”, le dice Colombina a su papá, que no lo escucha: está jugando con Julieta, su nieta de casi dos años. Tortuguita, la llama Parra. Colombina viene del aeropuerto de Santiago, donde dejó al “Tololo”, su hijo mayor, arriba del avión a España. Ella se fue al día siguiente. Partió a una ceremonia con la realeza en medio del escándalo de la caza de elefantes del rey Juan Carlos en Africa. “Uff. Elefantes”, dice Parra. “Está en peligro el Rey. Eso dicen en Twitter, que el Rey cae”.



Al “Tololo” le preocupaba otra cosa: el texto que le pasó su abuelo para que leyera al recoger el Cervantes. “¿Cómo voy a leer esto?”, le dijo a su mamá antes de subir al avión. No es un discurso clásico, está más cerca de los discursos de sobremesa ideados por Parra y en realidad se trata de un solo antipoema. Un mix de viejas ideas que resume sus obsesiones y afila su incorrección. De memoria, Nicanor dice las primera frases: “Libro más aburrido que el Quijote no hay / Para tonteras tengo con la Biblia”.



Imposible recibir una respuesta directa de Parra . Preguntarle cómo le sienta el Premio Cervantes, es exponerse a quebrar una “conversación de amigos”. Lanza otros golpes de boxeador y se va a su cuaderno con un chispazo que cruza premio, entrevista y ganador. Anota:


“¿Se considera acreedor al Premio Cervantes?
Sí, claro
¿Por qué?
X un libro que estoy x escribir”.

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