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Chile, fértil provincia, y señalada / en la región antártica famosa, / de remotas naciones respetada / por fuerte, principal y poderosa, / la gente que produce es tan granada, / tan soberbia, gallarda y belicosa, / que no ha sido por rey jamás regida, / ni a extranjero dominio sometida. La Araucana. Alonso de Ercilla y Zúñiga

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Location: Santiago de Chile, Región Metropolitana, Chile

Editor: Neville Blanc

Sunday, January 20, 2013

La Araucanía es una región de notables recursos, de culturas milenarias y de conflictos que lejos de ser obstáculos son el estímulo para avanzar.

150 años de incomprensión


El Estado actuó con violencia y cometió errores al desconocer la usurpación de tierras mediante compras fraudulentas o engaños.
Las demandas surgidas por reconocimiento como pueblo originario, cierta autonomía y que el Estado pida disculpas parecen razonables.
La Araucanía es una región de notables recursos, de culturas milenarias y de conflictos que lejos de ser obstáculos son el estímulo para avanzar.


por Jorge Pinto
 
 
La Tercera - 20/01/2013 - 04:00

 
HAY NUMEROSOS capítulos de nuestro pasado que desconocemos o simplemente conocemos mal, y uno de aquellos tiene relación con lo que sucedió en La Araucanía cuando el Estado llegó a la región. Han pasado 150 años y la nube que oscurece la comprensión de los hechos persiste, a pesar de los esfuerzos de Manuel Manquilef, Samuel Lillo, Gabriela Mistral, José Bengoa, Rolf Foerster, José Marimán, Augusto Samaniego, José Aylwin, Elicura Chiguailaf y José M. Zavala, entre otros.
Su frondosa producción no deja dudas. Con documentación abrumadora han demostrado que el Estado actuó con violencia y cometió errores al desconocer la usurpación de tierras mediante compras fraudulentas o simplemente engaños. Revela también que puso fin a la autonomía de que gozaba el pueblo mapuche y no fue capaz de contener los abusos una vez instalado en la región; ocultó esta historia, aplicó luego políticas centralistas que afectaron a la economía regional y, lo más grave, no ha sido capaz de reparar los daños cometidos contra el pueblo mapuche y una región que no merece el trato recibido. Por último, impidió que se constituyera una comunidad que, aceptando la diversidad, fuese capaz de impulsar proyectos y sueños colectivos, como en otras partes del país.
No podemos modificar el pasado, pero el futuro nos pertenece. Debemos construirlo entre todos, aun a partir de hechos tan dolorosos como las muertes ocurridas, del temor de las comunidades frente a los allanamientos, del reclamo por procesos judiciales que perciben injustos y del temor de los agricultores que viven en el campo.
Todos los sentimientos que invaden a La Araucanía se han convertido, por esas paradojas de la Historia, en una gran oportunidad para avanzar en la solución del conflicto que nos afecta. La gran mayoría de las organizaciones mapuches se han abierto al diálogo. Frente a voces destempladas de algunos políticos y funcionarios de gobierno, se han levantado otras que apuntan a fortalecer el diálogo. Es comprensible que el gobierno esté hoy en una difícil posición. Los agricultores del sur exigen protección y la ciudadanía mayor eficacia, aunque sin llevar más violencia a una región que requiere paz y tranquilidad para resolver sus problemas.
Las demandas surgidas en la cumbre celebrada el miércoles, de reconocimiento como pueblo originario, de una cierta autonomía, indemnización por los daños provocados y que el Estado pida disculpas por los abusos cometidos parecen razonables y no cuestan satisfacer. El dolor, los sentimientos de injusticias y nuestros temores pueden abrir paso a un diálogo fecundo y de esperanza, como en aquellos tiempos en que los parlamentos constituyeron la fórmula para que la diversidad no fuera obstáculo para lograr la paz. La Araucanía es una región de notables recursos, de una pluralidad que le concede más potencialidad, de gente de trabajo, de culturas milenarias y de conflictos que lejos de ser obstáculos, son el estímulo para avanzar resolviéndolos con lucidez. El pueblo mapuche, los que llegaron de otras partes del país, los que escaparon de la pobreza de una Europa que los expulsó hace ya más de un siglo y toda la región merecen otra historia. Tenemos hoy la gran oportunidad de empezar a escribirla nuevamente.

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